viernes, 2 de julio de 2010

Conversaciones

- Permítame su saco por favor señorita.
- No.
- ¿Por?
- Chupame la verga mogolico, no te voy a dar mi saco.
- ¿Por?
- Porque es mío.
- ¿Y?
- ¿Y qué?
- Digo… yo que sé. ¿qué tiene que ver que sea suyo?. Además no me insulte señorita. Si usted me insulta no me van a quedar más opciones que pensar que usted es una recalcada pelotuda con cara de palangana.
- Usted tiene una cierta negligencia en la búsqueda de opciones. Porque no piensa por ejemplo que no puedo evitar insultar porque de chiquita me pegaban en la espalda con un martillo de goma.
- Porque no tiene relación.
- ¿Y?
- ¿Y que?
- ¿Y que Por?
- ¿Y que por que?
- ¿Eh? Eso no tiene coherencia gramática.
- Váyase a la puta que lo pario imbécil.
- Déjeme adivinar, a usted de chiquita le pegaban en la espalda con un martillito de goma.
- No imbécil, con un martillo, no con un martillito.

Esa conversación responde a un periodo muy triste en la vida de Alberto Grimoldi y Juanita Verlichagasky. Mas adelante en el tiempo eran felices y tenían conversaciones del estilo siguiente:

- Hola
- Hola
- TE quiero.
- TE quiero.
- Chau
- Chau

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